martes, 11 de enero de 2011

2011, mi año

2011, mi año.
Y el tuyo, y el nuestro y el de ellas.

Los años empiezan, como si de repente iniciáramos una nueva vida, con buenos pero repetitivos propósitos, y yo he pedido el mismo: optimismo para todas y todos, pero con voluntad de continuidad.

Vivimos en una espiral de pesimismo, sin duda inducida, a la que se añade la apatía para desear y plantear un cambio que hace que finalmente nada (y nadie) cambie: que la educación, la sanidad... va mal... sí mi niña pero qué  podemos hacer...esto nadie lo cambia... los políticos no nos van a hacer caso...
Esta sarta de excusas las he escuchado muchas veces en la recogida de firmas de apoyo a la ILP de Sanidad o de Educación, dos propuestas serias presentadas desde la ciudadanía, o en múltiples charlas con conocidos y desconocidas.

En el fondo, lo que se percibe es una disociación entre el acto de votar, el papel de los y las políticos y su repercusión en nuestro día a día, aderezado todo ello con unas gotitas de corrupción aceptadas por la sociedad que hace que en el imaginario popular se diferencie a los políticos del resto de la sociedad, por tanto, el ciudadano no participa en la política y si acaso "pide" al político.

Vivimos en democracia representativa, que además intencionadamente no representa la diversidad de las voluntades, y no en una democracia participativa. Se nos pide que seamos meros espectadores (y así nos comportamos) y además, pesimistas y, de esta forma, entregamos un cheque en blanco una y otra vez a una "clase política" que vive al margen de sus representados.

2011 nos traerá pensionazos, más recortes sociales... o no. Lo que sí debe traernos es optimismo para afrontar el necesario cambio que tiene que salir de cada ciudadano y ciudadana participando activamente y en positivo en la vida político-social.

Salud.

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